Todos tenemos un lado políticamente incorrecto
miércoles, 14 de mayo de 2014
martes, 13 de mayo de 2014
Sex shops, las mejores amigas de una amiga
Visitar una sex shop, a veces,
puede sacar de la rutina a más de uno. Algún día de febrero, me encontré con
una buena amiga en Centro Plaza para hablar de nuestras relaciones tormentosas.
Presentar el status, pues. Comimos un helado y conversamos sobre cómo nos
sentíamos. A mi habían dejado de escribirme por esos días y ella sentía que la
vida sexual con su pareja no estaba en su mejor momento. Antes de irnos, me
dijo que la acompañara a Juegos Eróticos, la tienda de juguetes sexuales que
queda en la Villa Mediterránea. Necesitaba encender la llama que consideraba medio
apagada. Mientras ella buscaba una ropa minúscula que invitara a su novio a
quitársela, yo miraba precios. Increíble que en este país un pene de plástico
cuesta dos y hasta tres salarios mínimos con cestatickets incluidos. Ella
terminó comprando un liliputiense conjunto rojinegro que le costó el
equivalente a medio salario mínimo del momento, pero lo importante no fue lo que
gastó, sino el uso que le dio. A los días me escribió que el estreno del conjunto
erótico había sido un éxito, traducido al idioma de mi amigo Abel, hubo fiesta
en Elorza. Ayer lunes me escribió que se había comprado otro. Pagó por él dos
mil quinientos bolívares y me subrayó que al menos una vez al mes se compraría
una “putería” de esas. A un promedio de lo que le costó el último, al final de
año habrá gastado unos 15 mil bolívares que no son nada cuando de buenos
orgasmos se trata. Creo que para ella, la sex shop es ahora una muy buena amiga
o al menos una aliada en eso de levantar los ánimos de su novio.
viernes, 9 de mayo de 2014
Un pacato contra el porno, el reggaetón, el sexting y Spencer Tunick
Hoy el TSJ publicó una sentencia
en la que la Sala Constitucional ordenó eliminar toda imagen de contenido
sexual, explícito o implícito, de los anuncios publicitarios en medios impresos
relativos a la promoción de servicios concernientes a la actividad sexual y se
coloque en los mismos que se trata de servicios exclusivos para mayores de
dieciocho años. La acción fue interpuesta por el ciudadano Gilberto Rúa el 14
de enero de 2009 en contra del diario Meridiano.
El accionante parece una especie
de fundamentalista. No solo iba contra los clasificados de los periódicos.
Dentro de los fundamentos de la acción se menciona que el señor tiene estudios
en “porno suave” y creó un proyecto de Ley Especial contra la Porno. Cataloga
de inmorales las fotos de Spencer Tunick en la Plaza Caracas. Se refirió como “depravación
sexual” a las fotos y grabaciones que envían los adolescentes a través de sus
celulares y bueno, no dejó por fuera al regaeeton.
La sentencia desestima casi todos
los elementos de la acción, excepto el tema del contenido sexual en los medios
impresos. Respecto al proyecto de Ley Especial contra la Porno, la Sala reiteró
su sentencia del 6 de diciembre de 2012 y se especifica que ya le señaló al
accionante que los artículos 202 al 224 de la Constitución, establecen el procedimiento,
mecanismo y requisitos de formación de las leyes nacionales por lo que se
declara improcedente la pretensión sobre ese particular. En cuanto al reggaetón,
la Sala observó que no puede considerarse que un género musical sea ilegal,
pero se exhorta a las instancias correspondientes a que en su actividad de
supervisión de los medios de comunicación presten especial atención al
contenido de las canciones de cualquier género musical que se transmiten en
horario de difusión de contenido que debe ser apto para todos los usuarios.
Es realmente preocupante una
mentalidad de este tipo. Una persona que piensa que el sexo atenta contra Dios
sabe quién. Hoy, los niños de todas las edades tienen más acceso a sexo por
internet, por ejemplo, que a través de medios impresos. ¿Quién dice o determina
qué tipo de imagen es pornográfica o cual no lo es? Este tipo de personas son
las mismas que aplauden el cierre de canales de televisión bajo la premisa de
que los ciudadanos no tenemos la suficiente capacidad para razonar en base a lo
que vemos y juran que los medios nos manipulan. ¡Por favor! Muchos olvidan que
con el tema de los niños existe una corresponsabilidad entre las familias y el
Estado. Son los padres los que deben controlar el acceso de los hijos a
cualquier tipo de información o experiencia que vulnere su tranquilidad. Muchos
se escandalizan de ver a los niños bailando reggaetón como si fueran adultos,
pero, ¿quién diablos les pone la música? Porque me van a disculpar, pero hoy
los niños no saben quiénes fueron las payasitas Nifunifá, pero saben de sobra
quien es Don Omár o Daddy Yankee. ¿Y cómo lo saben? ¿Quién los acerca a eso? Y
respecto a los celulares el problema no es lo que se envían los niños, niñas y adolescentes,
el problema es qué diablos hace un niño que no es responsable de sus actos,
manipulando un artefacto sin la debida supervisión de sus padres y/o
representantes. No sean irresponsables. Lo más risible de todo es la Ley
Especial contra la Porno. ¡Por las alpargatas del Cristo llanero! Este señor,
imagino, pensaba que para proteger el “interés superior” de los niños y por las
ideas descabelladas que expuso, debía estar proponiendo cosas como la
prohibición de las ventas en quioscos de Playboy o Playgirl o el bloqueo de páginas
como xvideos o redtube. La pacatería de cierta gente resulta extremadamente
repulsiva. Al menos aún tenemos porno, Sr. Rúa y reggaetón para las noches de
disco.
Daniel González G.
sábado, 27 de julio de 2013
Mientras dormía
Lorenzo despertó y lo vio a
su lado, de espaldas. Faltaban pocos minutos para las once de la mañana. Se
detuvo a contemplar cada gesto involuntario de aquel cuerpo casi inerte. Su
espalda subía y bajaba al ritmo de su respiración constante. Sus brazos abrazaban
la almohada con furor y sus largas y torneadas piernas reposaban juntas como
dándose calor entre ellas. Se acercó a su cabello e inhaló su olor. Olía a
pasión.
Pasó rato admirando al hombre que había pasado la noche a su lado. Cada centímetro de su cuerpo, hasta los invisibles para el resto de los mortales, le gustaba. Sus labios, una mezcla sensual entre pequeños y carnosos, le encendían el cuerpo cada vez que los tocaba con los propios o en esos instantes en que en complicidad con la lengua se pasaeaban por sus tetillas. Sus manos, de dedos gruesos, lo habían hecho temblar unas horas antes mientras las sentía escribiendo en su cuerpo, sin censura, palabras en el idioma de la lujuria y aunque no se lo había dicho nunca, sus pies le encantaban. No eran grandes, pero eran gruesos, fuertes, poderosos. Nunca se los ha querido besar, no quiere que descubra lo mucho que le gustan. Las sábanas también dejaban ver la silueta de sus redondos glúteos, montículos de músculo joven que horas antes había tenido entre sus manos
Pasó rato admirando al hombre que había pasado la noche a su lado. Cada centímetro de su cuerpo, hasta los invisibles para el resto de los mortales, le gustaba. Sus labios, una mezcla sensual entre pequeños y carnosos, le encendían el cuerpo cada vez que los tocaba con los propios o en esos instantes en que en complicidad con la lengua se pasaeaban por sus tetillas. Sus manos, de dedos gruesos, lo habían hecho temblar unas horas antes mientras las sentía escribiendo en su cuerpo, sin censura, palabras en el idioma de la lujuria y aunque no se lo había dicho nunca, sus pies le encantaban. No eran grandes, pero eran gruesos, fuertes, poderosos. Nunca se los ha querido besar, no quiere que descubra lo mucho que le gustan. Las sábanas también dejaban ver la silueta de sus redondos glúteos, montículos de músculo joven que horas antes había tenido entre sus manos
Pasaron horas antes de que el
vecino de cama despertara y buena parte de esos minutos, Lorenzo estuvo allí, a
su lado, contemplándolo, pensándolo. Por unos instantes, dejó de pensar en lo
mucho que le atraía físicamente y se dejó llevar hacia esos recuerdos que le
señalaban otros detalles. Era un conversador como pocos. Sarcástico como
ninguno. Familiar como pocos que hubiera conocido. Testarudo de una forma que
parecía el rey de la especie. Cariñoso de una forma única, sin parecerse a
nadie y en ese momento, Lorenzo se reafirmó que aquello que sentía por el
vecino de cama, trascendía lo físico y se complementaba genialmente con lo
mucho que le gustaba el espíritu de la persona que compartía el otro extremo de
la colcha.
Con ese espíritu había pasado
los mejores momentos de las últimas semanas y sólo se determinó a decirle
mientras estuvieran juntos, lo mucho que lo quería. Al cabo de unas horas, el
vecino se marchó y antes de despedirse, perfumó la habitación con una fragancia de Antonio Banderas. Mientras Lorenzo lo despedía, este le dijo que quizá había olvidado
algo en la habitación. Quizá las llaves o unos audífonos. Lo cierto es que no
dejó nada físico, más allá de la estela del perfume que impregnaba el espacio. En la habitación, quedó su imagen, la
misma de la mañana. Su espalda mostrando su respiración, sus brazos bordeando
la almohada y sus piernas juntas. Y sus pies. En las próximas noches y
hasta la próxima visita el vecino no estaría, pero Lorenzo se había quedado
para esos días con ese regalo que atesoró de observarlo mientras dormía.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)